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12 febrero 2011

La era del narcisismo

A pesar del respaldo que deben tener los grandes estudiosos y académicos contemporáneos, tengo que contradecir el hecho de llamar a esta época la era de la globalización, de la tecnología, del acceso o peor aún, de las comunicaciones. Los múltiples progresos en las grandes ciencias y disciplinas humanas, nos hacen categorizar el desarrollo de una forma superflua e incluso excluyente, dejando claro que a largo plazo, nuestras acciones no simbolizarán más que pequeñas nociones de adelantos, tanto prácticos como fugaces, dentro de la discriminativa memoria humana. 

¿Qué papel juega nuestra historia? ¿Es un recurso nostálgico, otro recuerdo guardado en el baúl de la indiferencia? En esta, la era del narcisismo, se olvidan los orígenes de las sociedades, los esfuerzos que realizó el ser humano para convertirse en un individuo perteneciente a una sociedad, uno con participación y presencia en los temas de interés colectivo, esos mismos colectivos que él conformaba, desarrollaba y defendía. 

La evolución retrógrada de esta era nos está llevando a separarnos de nuestros colectivos, a criticar, negar y detestar a nuestras sociedades, a hacernos sujetos independientes, egocéntricos y por supuesto narcisistas. Nuestro mundo oportunamente globalizado y tecnológico nos proporciona, únicamente, el tipo y calidad de comunicación que podemos manejar. Y vamos por el mundo encabezando noticias, publicando abiertamente nuestro sentir: “Hoy más que nunca nos estamos comunicando” cuando en realidad no hacemos más que intercambiar estrategias, ejecutar planes, establecer convenios y hacer relaciones públicas, no humanas. 

Antes el interés del hombre era documentarse, estudiar y solucionar las interrogantes y problemáticas que le aquejaban. Actualmente, además de estudiar los problemas, los publicamos, los criticamos, los ponemos en la opinión pública y hacemos que todos nos identifiquemos con un mismo sentir: el pesimismo. ¿Qué tiene eso de humanista? Nada. No es más que un sentido crítico a medias, estéril, totalmente vano. Me niego a creer que la labor social de las profesiones, sobre todo la del comunicador, se vea limitada a la crítica infructuosa. Entiendo la denuncia social, la intolerancia a la indiferencia, pero condeno y actúo por frenar el conformismo y la negatividad. 

Rechazo la idea de vivir y trabajar en una sociedad frustrada y pasiva, cuyas esperanzas residen en el funcionario de turno, en la inversión extranjera, en los modelos económicos, en las políticas extremistas o en las instituciones. Ya es hora de recuperar nuestros sueños, de empezar a luchar por ellos, ya es tiempo de crear NUESTRAS soluciones y no quedarnos estancados en el señalamiento, en la superficialidad, en esta absurda y patética era del narcisismo. Debemos disponernos y reevaluar nuestras capacidades y luchar por lo que queremos y por quienes queremos, ya que tan solo los valientes, no se dan el lujo de dejar sus ideales a la deriva.

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